Publicado el 26 de Septiembre, 2009, 18:57
Hace ya unas décadas, encontré en la revista Nippur de Lagash, una historia corta, sobre un ambicioso jefe guerrero que trataba de llegar a la fuente de la vida eterna. Tenía esperanzas de encontrarla y que fuera verdad, porque ya un rey anterior la había encontrado. Ese rey, para comprobar que la fuente daba la vida eterna, le dió de tomar a su perro, y luego lo degolló. El perro siguió viviendo. Pero eso había pasado hace tiempo. El grupo de guerreros, después de largas aventuras, llega a la fuente de la vida. Y se están por avalanzar a tomar del agua, cuando alguien les recuerda: cuando todo haya pasado, cuando los seres queridos y no queridos hayan muerto, cuando la tierra ya no exista, cuando se apaguen todas las estrellas, sólo quedará un rey y un perro degollado.... Hoy encuentro, en una nota al pie de "Lo bello y lo sublime" de Kant, este texto: Voy a presentar un ejemplo de terror noble que puede infundir la descripción de una completa soledad entresacando algunos trozos del sueño de Carazan en el Bremer Magazin, tomo IV, página 539. A medida que sus riquezas crecían, este rico avaro había cerrado su corazón a la piedad y al amor por sus semejantes. Con todo, según iba en él enfriándose la filantropía, aumentaba la diligencia de sus oraciones y de sus actos religiosos. Después de esta confesión, continñua hablando de esta suerte: "Una noche que hacía mis cuentas a la luz de la lámpara y calculaba las ganancias, me dominó el sueño. En tal estado vi venir sobre mí al ángel de la muerte, como un remolino y antes de que pudiese evitar el terrible choque, me golpeó. Quede pasmado cuando me di cuenta de que mi suerte estaba echada por la eternidad y que nada podía añadir a lo bueno que había realizado y nada substraer a todo lo malo por mí cometido. Les dejo también, para que recuerden, a Gilgamesh el inmortal. Nos leemos! Angel "Java" Lopez |