Publicado el 10 de Marzo, 2015, 14:20
Ya varias veces fue mencionado Richard Feynman en este blog. Físico importantísimo en el desarrollo de su ciencia en el siglo pasado, premio Nobel, gran divulgador, fanfarrón como pocos (pero tenía con qué), bamboyante, casi siempre tratando de ser el centro de atención, construyó su propia leyenda con anécdotas. Desde tocar el bongó, hasta ser asistente frecuente de clubes de "strip-tease", hasta aprender dibujo para dibujar a sus amantes desnudas, todo Feyman es un caso de vida. Yo recordaba que tuvo una primera esposa, en los cuarenta. En estos meses me enteré de más detalles. Ariline era su novia, y cuando enfermó de linfoma de Hodkings, su familia prefirió ocultarle a ella la situación. Feynman, el novio, se opuso, pero respetó la decisión. Y cuando ella se enteró al escuchar a su madre comentando su enfermedad con una vecina, lo encaró a Feynman. El tenia preparada una carta, la carta del adiós, se la entregó y le pidió matrimonio. Se casaron, y él partió al poco tiempo para trabajar en el proyecto Manhattan, el de la bomba atómica. Después se supo que el diagnóstico era incorrecto: en vez de ese tipo de cáncer, Arline sufría una forma rara de tuberculosis (aún hoy, hay formas de tuberculosis que resisten los tratamientos actuales). Se retiró a un lugar para su tratamiento, pero pasaron los años y su situación no mejoro. Una carta de Feyman, estando a 160km de ella, escrita desde los Alamos, el 6 de junio de 1945:
Fue la última carta que Arline leyó de su marido. Murió el 16 de junio las nueve y veinte de la noche. Y el que sería el gran Feynman, el hombre de los mil amoríos, el eterno adolescente, no se recuperó fácilmente. Como escribía arriba, al cabo de un tiempo se concentró en ir construyendo su propia leyenda, luego de la segunda guerra. Y llegó lejos. Siempre generando comentarios, historias entre los que lo conocían. Pero hubo un papel que se guardó y sólo se encontró entre sus cosas, luego de su muerto. En medio de una depresión, habiendo pasado nueve días desde el fallecimiento de su padre, escribe a su esposa muerta en octubre de 1946:
Y termina con:
La carta se conservó, pero muy gastada. Parece que Feynman la leyó muchas veces, y la llevaba consigo. Encuentro todo esto en el excelente: "Feynman, la electrodinámica cuántica; cuando un fotón conoce a un electrón" de Miguel Angel Sabadell |